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ELEMENTOS DE LA NARRACIÓN. LOS PERSONAJES. DISCURSO DE LOS PERSONAJES

Hoy vamos a ocuparnos de esos seres (humanos o no) que habitan las narraciones: los personajes. 


Según la importancia de sus funciones en la narración pueden ser: 







1. Principales: aquél o aquéllos que destacan sobre los demás.




a. Protagonista: en torno a él/ella gira el relato; gracias a sus acciones avanza la historia.

  •  Individual: es un personaje concreto (Juan, María...) 
  • Colectivo: es un conjunto de seres que actúan como grupo (un pueblo, un colectivo...)


b. Antagonista: se opone al protagonista o está en conflicto con él. Es el que le pone obstáculos al protagonista.




               1. Individual.                2. Colectivo. 



2. Secundarios: aquéllos cuya importancia es menor, aunque a veces adquieren relevancia en algún episodio, sirven para conocer mejor a los personajes principales o son importantes para que la acción avance. 




3. Fugaces: aquéllos que aparecen en algún episodio con una función poco importante, y desaparecen en los restantes.     

             

Según su personalidad:





a. Redondos: representan los conflictos psicológicos de los seres humanos, su mundo interno es muy complejo y se van formando a medida que avanza la historia, es  decir evolucionan. Tienen matices y no son ni completamente buenos, ni completamente malos.          
b. Planos: no presentan conflictos psicológicos ni evolucionan a lo largo de la historia. O son totalmente buenos o son totalmente malos y así se quedan hasta el final de la narración.

¿CÓMO HABLAN LOS PERSONAJES?

Los personajes tienen varias maneras de manifestarse dentro de la historia y según cómo sea esa manera lo llamamos de las siguientes formas:

§     Monólogo interior: Es el discurso con el que el personaje expresa su pensamiento más íntimo, casi subconsciente, a través de frases directas de sintaxis elemental. Se caracteriza porque no va dirigido a ningún interlocutor, sino a sí mismo. 

Y como la esperanza reanimaba todo su ser dándole un inquieto hormigueo, lanzose al dédalo oscuro de los pasillos. «La combinación... la plantilla nueva...  dar entrada a los funcionarios inteligentes, y además de inteligentes, digo yo,  identificados con... ¡Dios mío!, inspírales, mete todas tus luces dentro de esas  molleras... que vean claro... que se fijen en mí; que se enteren de mis antecedentes. Si se enteran de ellos, no hay cuestión; me nombran... ¿Me nombrarán? No sé qué voz secreta me dice que sí. Tengo esperanza. No, no quiero consentirme ni entusiasmarme. Vale más que seamos pesimistas, muy pesimistas, para que luego resulte lo contrario de  lo que se teme. Observo yo que cuando uno espera confiado, ¡pum! viene el batacazo.  Ello es que siempre nos equivocamos. Lo mejor es no esperar nada, verlo todo negro, negro como boca de lobo, y entonces de repente ¡pum!... la luz... Sí, Ramón, figúrate que no te dan nada, que no hay para ti esperanza, a ver si creyéndolo así, viene la contraria... Porque yo he observado que siempre sale la contraria... Y en tanto, mañana moveré todas mis teclas, y escribiré a unos amigos y veré a otros, y el Ministro... ante tantas recomendaciones... ¡Dios mío!, ¡qué idea!, ¿no sería bueno que yo mismo escribiese al Ministro?...»

Benito Pérez Galdós, Miau 


§     Discurso directo: 
El narrador introduce las palabras del personaje, de forma literal, a través de un verbo de habla (‘decir’, ‘responder’, ‘exclamar’, ‘gritar’, ‘contestar’, ‘preguntar’…). Este verbo puede ir al comienzo, al final o en el interior de las palabras del personaje citadas. Se trata de un texto dialogado inserto en un texto narrativo.

           
  El sol arriba se embebía en las copas de los árboles, trasluciendo el follaje multiverde. Guiñaba de ultrametálicos destellos en las rendijas de las hojas y hería diagonalmente el ámbito del soto, en saetas de polvo encendido, que tocaban el suelo y entrelucían en la sombra, como escamas de luz. Moteaba de redondos lunares, monedas de oro, las espaldas de Alici y de Mely, la camisa de Miguel y andaba rebrillando por el centro del corro en los vidrios, los cubiertos de alpaca, el aluminio de las tarteras, la cacerola roja, la jarra de sangría, todo allí encima de blancas, cuadrazules servilletas, extendidas sobre el polvo.
  –¡El Santos, cómo le da! ¡Vaya un saque que tiene el sujeto! Qué forma de meter.
  –Hay que hacer por la vida, chico. Pues tú tampoco te portas malamente.
  –Ni la mitad que tú. Tú es que no paras, te empleas a fondo.
  –Se disfruta de verlo comer –dijo Carmen.
  –¿Ah, sí? Mira ésta, ¿te has dado cuenta del detalle? Y que disfruta viéndolo comer. Eso se llama una novia, ¿ves tú?
  –Ya lo creo. Luego éste igual no la sabe apreciar. Eso seguro.
  –Pues no se encuentra todos los días una muchacha así. Desde luego es un choyo. Tiene más suerte de la que se merece.
  –Pues se merece eso y mucho más, ya está –protestó Carmen–. Tampoco me lo hagáis ahora de menos, por ensalzarme a mí. Pobrecito mío.
  –¡Huyuyuy!, ¡cómo está la cosa! –se reía Sebastián–. ¿No te lo digo?
  Todos miraban riendo hacia Santos y Carmen. Dijo Santos:
  –¡Bueno, hombre!, ¿qué os pasa ahora? ¿Me la vais a quitar? -Echaba el brazo por los hombros de Carmen y la apretaba contra su costado, afectando codicia, mientras con la otra mano cogía un tenedor y amenazaba, sonriendo:
  –¡El que se arrime…!
  –Sí, sí, mucho teatro ahora –dijo Sebas–; luego la das cada plantón, que le desgasta los vivos a las esquinas, la pobre muchacha, esperando.
  –¡Si será infundios! Eso es incierto.
  –Pues que lo diga ella misma, a ver si no.
  –¡Te tiro…! –amagaba Santos levantando en la mano una lata de sardinas.
  –¡Menos!
  –Chss, chss, a ver eso un segundo… –cortó Miguel–. Esa latita.
  –¿Ésta?
  -Sí, ésa; ¡verás tú…!
  –Ahí te va..
  Santos lanzó la lata y Miguel la blocó en el aire y la miraba:
  –¡Pero no me mates! –exclamó–. Lo que me suponía. ¡Sardinas! ¡Tiene sardinas el tío y se calla como un zorro! ¡No te creas que no tiene delito! -miraba cabeceando hacia los lados.
  –¡Sardinas tiene! –dijo Fernando–. ¡Qué tío ladrón! ¡Para qué las guardabas? ¿Para postre?
Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama


§     Discurso indirecto:  En este caso son las palabras del narrador –y no las del personaje- las que se reproducen. Lo que dijo o pensó el personaje es contado desde la perspectiva del narrador que, incluso, llega a resumir las palabras del personaje.

  Ayer vino Gertru. No la veía desde antes del verano. Salimos a dar un paseo. Me dijo que no creyera que porque ahora está tan contenta ya no se acuerda de mí; que estaba deseando poder tener un día para contarme cosas. Fuimos por la chopera del río paralela a la carretera de Madrid. Yo me acordaba del verano pasado, cuando veníamos a buscar bichos para la colección con nuestros frasquitos de boca ancha llenos de serrín empapado de gasolina. Dice que ella este curso por fin no se matricula, porque a Ángel no le gusta el ambiente del Instituto. Yo le pregunté que por qué, y es que ella por lo visto le ha contado lo de Fonsi, aquella chica de quinto que tuvo un hijo el año pasado. En nuestras casas no lo habíamos dicho; no sé por qué se lo ha tenido que contar a él. Me enseñó una polvera que le ha regalado, pequeñita, de oro.

 Carmen Martín Gaite, Entre visillos


  • ·         Discurso indirecto libre

Permite reflejar de forma convincente los pensamientos del personaje sin prescindir de la 3ª persona del narrador. Gramaticalmente se caracteriza por el uso del imperfecto de indicativo, la reconversión de la persona “yo” en la persona “él”, la afectividad expresiva proporcionada por interrogaciones, exclamaciones, léxico propio del personaje… No hay ningún verbo de habla. Es decir, el discurso aparece formando parte del discurso del narrador, pero la perspectiva y el lenguaje son característicos del personaje . Fíjate que lo que está resaltado en negrita son los pensamientos del personaje intercalados en la narración.       


  Y cuando el espectro de la necesidad se le aparecía y susurraba en su oído con terrible cifra el conflicto económico del día siguiente, doña Pura se estremecía de pavor, diciendo: «No, no; antes las camisas que las cortinas». Desnudar los cuerpos le parecía sacrificio tolerable; pero desnudar la sala... ¡eso nunca! Los de Villaamil, a pesar de la cesantía con su grave disminución social, tenían bastantes visitas. ¡Qué dirían estas si vieran que faltaban las cortinas de seda, admiradas y envidiadas por cuantos las veían! Doña Pura cerró los ojos queriendo desechar la fatídica idea y dormirse; pero la sala se había metido dentro de su entrecejo y la estuvo viendo toda la noche, tan limpia, tan elegante...

Benito Pérez Galdós, Miau



§     Rasgos del estilo indirecto y del estilo directo

Rasgos del estilo indirecto
Rasgos del estilo directo
Un narrador nos cuenta la conversación mantenida entre los interlocutores.
Para dar cohesión y sentido, se utilizan ciertos recursos:
Oraciones unidas mediante verbos y enlaces (dijo que … sabía que …)
Nexos o conectores que unen párrafos o ideas (En fin …pero)
Formas verbales en tiempos distintos a los de la conversación directa (exigiría, vendría …)


Escribe literalmente la conversación de los personajes.
Traduce al lenguaje escrito las mismas palabras y entonaciones de la conversación, usando recursos como:
La raya (-) para indicar que habla un personaje o el nombre del personaje directamente.
Entre paréntesis van las aclaraciones sobre el carácter o movimientos del personaje.
Los signos de interrogación, de admiración.




PARA PRACTICAR CON LOS PERSONAJES